Trastornos de la conducta
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Guía para Familias: Entendiendo y Acompañando el Trastorno Negativista Desafiante (TND)
El Trastorno Negativista Desafiante (TND) puede generar mucha preocupación en las familias. Entender qué es, por qué ocurre y cómo abordarlo de forma adecuada es fundamental para ayudar a los niños y adolescentes a recuperar el equilibrio emocional y mejorar su comportamiento.
Esta guía te ofrece información actualizada basada en el DSM-5 y orientaciones prácticas para acompañar a tu hijo o hija de manera positiva.
¿Qué es el Trastorno Negativista Desafiante?
El TND se caracteriza por un patrón constante de enfado, irritabilidad, discusiones, desafío a figuras de autoridad y conductas vengativas. Estos comportamientos no son puntuales, sino que se mantienen en el tiempo (al menos seis meses) y afectan de forma significativa la vida familiar, escolar y social.
Señales de alerta
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Estado de ánimo colérico o irritable frecuente.
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Tendencia a discutir con adultos o figuras de autoridad.
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Negarse activamente a cumplir normas o instrucciones.
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Provocar deliberadamente a otras personas.
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Mostrar resentimiento o buscar venganza de forma recurrente.
¿Por qué ocurre?
El TND no tiene una única causa. Entre los factores que pueden influir están:
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Un temperamento difícil o una baja tolerancia a la frustración desde edades tempranas.
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Experiencias familiares marcadas por conflictos, inconsistencias en los límites o falta de afecto.
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Eventos adversos o situaciones de estrés no resueltas.
Es importante entender que el comportamiento desafiante suele ser la forma que tiene el niño de expresar malestar, inseguridad o dificultad para gestionar sus emociones. No debe interpretarse como un acto de maldad o manipulación, sino como un lenguaje emocional: una forma que tiene el niño o adolescente de decir "me siento inseguro", "me siento solo", "no confío" o "no me siento visto".
¿Cómo se trata el TND?
El tratamiento más eficaz combina el trabajo con el niño o adolescente y con su entorno familiar. Las principales herramientas son:
1. Intervención psicológica
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Terapia cognitivo-conductual (TCC): Enseña estrategias para manejar la frustración, resolver problemas y relacionarse de manera positiva. Ayudamos al niño o adolescente a identificar sus emociones y expresarlas de forma adecuada. Se fortalecen habilidades como la empatía, la tolerancia a la frustración y la autorregulación.
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Entrenamiento en habilidades parentales: Los padres aprenden estrategias de comunicación emocional, manejo de límites y fortalecimiento del vínculo afectivo. Más importante que "corregir" la conducta es "reconectar emocionalmente" con el niño. El cambio real nace cuando el niño vuelve a sentir seguridad y conexión.
2. Terapia EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimiento Ocular)
Cuando se detectan heridas emocionales, traumas o eventos que han dejado una huella dolorosa, el EMDR se convierte en una herramienta clave.
¿En qué casos es especialmente recomendable usar EMDR?
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Cuando el niño o adolescente ha vivido experiencias traumáticas: como separaciones dolorosas, cambios bruscos de entorno, pérdidas importantes, negligencia emocional o situaciones de maltrato.
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Cuando muestra hipersensibilidad emocional: reacciones muy intensas ante correcciones, límites o frustraciones pequeñas.
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Cuando existen recuerdos persistentes de momentos vividos como humillantes, de injusticia o de falta de protección.
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Cuando los comportamientos desafiantes parecen "desproporcionados" en relación al estímulo actual, indicando que están conectados con heridas pasadas.
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Cuando hay síntomas asociados a trauma: como hipervigilancia, irritabilidad extrema, dificultades para dormir, pesadillas o problemas de regulación emocional.
El EMDR permite reprocesar estos recuerdos dolorosos de forma segura, disminuyendo su impacto emocional. Esto ayuda a que el niño o adolescente pueda reaccionar en el presente de forma más flexible, menos impulsiva y más adaptativa.
"Cuando ayudamos al niño a liberar su memoria emocional congelada en el dolor, le damos la oportunidad de volver a confiar, conectar y crecer." Javier Estévez.
¿Cómo trabajamos en DIVÉRPSICO?
En consulta llevamos a cabo una evaluación personalizada para entender las necesidades únicas de cada niño o adolescente. Diseñamos un plan de tratamiento que combina estrategias de terapia cognitivo-conductual, intervención familiar y terapia EMDR para abordar las experiencias emocionales más profundas. Nuestro objetivo es construir juntos un camino hacia una mayor estabilidad emocional, mejores relaciones familiares y un crecimiento personal positivo.
Un mensaje final para las familias
El comportamiento desafiante no es el enemigo: es una señal de que algo necesita ser atendido.
Con acompañamiento profesional, muchos niños y adolescentes logran sanar sus heridas emocionales, desarrollar nuevas habilidades y construir un camino de mayor confianza, autonomía y bienestar.
Recuerda: no estás solo o sola en este proceso. Buscar apoyo no es un signo de debilidad, sino de amor y compromiso hacia el crecimiento emocional de tu hijo.
Solicita tu primera cita y comencemos juntos este camino de transformación.

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